En el libro que recoge sus memorias titulado «Tigres en el Barro», el comandante Otto Carius devela las condiciones infrahumanas que enfrentaban voluntariamente los hombres del frente oriental.
«Desde la cómoda vida de la gente común, es muy difícil comprender cómo pudimos acostumbrarnos al continuo frío, a pesar del cual nos desvestíamos dos veces al día para intentar deshacernos de las ladillas. ¡Cuán agradecidos habríamos estado por una lata de insecticida!. Prácticamente no nos podíamos cambiar la ropa interior, porque la experiencia nos enseñó que las ladillas se reproducen mejor en la ropa limpia. Por este motivo tratábamos de que la ropa interior estuviera tan sucia que incluso las ladillas le tuvieran asco. Solo así podíamos lograr que se reprodujeran un poco menos.
Solo tenía 3 cosas que me recordaban las comodidades de casa: Un limpiador de uñas, un peine, y un ondulín, que utilizaba para limpiar mis orejas, y que circulaba entre el resto de los camaradas. Este ondulín me acompañó durante toda la guerra y el tiempo que pasé en el campo de prisioneros.
Lavarse o incluso afeitarse no eran prioridades, porque la situación del agua era complicada. Los pocos pozos que había de donde sacar agua, se habían congelado.
Pero estas cosas eran secundarias para nosotros, nos bastaba para alegrarnos el poder dormir por más de dos horas.»