Según registran las memorias del prisionero de guerra alemán Armin Scheiderbauer, el movimiento terrorista de ultraizquierda denominado «Antifa» gestionó campos de concentración para el régimen comunista de Stalin luego del fin de la segunda guerra mundial.
Los integrantes de «Antifa» tenían a cargo llevar adelante un proceso de lavado de cerebro y adoctrinamiento político sobre los prisioneros de guerra alemanes, quienes estaban sometidos también a un régimen de hambre y trabajos forzados en campos de concentración en la zona del báltico.
Los prisioneros de guerra alemanes eran transportados a los campos primero a pie, en una marcha forzada. Los heridos que no podían mantener el paso, eran fusilados en el lugar si se rezagaban.
Luego pasaban a vagones cerrados de los que no podían bajar por días enteros, contando meramente con un agujero en el suelo que oficiaba de inodoro. Dadas las condiciones de hacinamiento, este improvisado «inodoro» debía usarse frente a todos los demás.
Al llegar a los campos, las cabezas de las personas eran afeitadas, y se les inspeccionaba rápidamente para definir cuánto trabajo forzado podrían soportar.
Como parte de la gestión del campo de concentración, los miembros de Antifa filtraban los libros que los prisioneros ingresaban, censurando todo lo que no se ajustara a la ideología comunista.
Fuentes: Aventuras de mi juventud: Un soldado alemán en el frente oriental, Armin Scheiderbauer.