Desde Junio a esta parte, pudo verse al Partido Nacional y la coalición de gobierno en general hacerse trampas al solitario. Viniendo de expertos en la res política: ¿Cómo se puede explicar?
Aumentos de los combustibles anunciados con bombos y platillos como si de algo positivo se tratara, exponiendo a los representantes del gobierno frente a las cámaras, de modo que la responsabilidad por los aumentos le quede al pueblo bien, pero bien clara.
El continuismo en la contratación de ONGs frenteamplistas por cifras millonarias para aplicar programas de género diseñados para condicionar psicológicamente, utilizando su sexualidad, a las personas y en particular a los niños y adolescentes para que sean votantes de la izquierda hegemónica, es decir, para que sean agentes de cambio al servicio de la plutocracia global.
Un «referendum contra la LUC» que como en tantas ocasiones recibe sorpresivamente, a último momento, una avalancha de firmas que justo lo hace pasar el mínimo necesario para que se monte la escena de la «consulta popular».
Si damos por cierto, lo que dicen algunos (que la izquierda y la derecha, no son sino el acelerador y el freno, respectivamente, del mismo ente plutocrático global), muchas piezas comienzan a encontrar su sitio. Poniéndonos en los zapatos del capital global y conociendo su historia y llegada a la cima luego de la conquista «liberal» de las monarquías durante los últimos tres siglos, es fácil entender cómo una simulación de democracia, y especialmente una populista, con sufragio universal, sería el mecanismo ideal para que «todo cambie de modo que nada cambie», para darle a los gobernados una ilusión de poder, y una renovación del yugo que los mantenga mansos, dóciles, obedientes, y les presente íconos desechables en la forma de presidentes como convenientes receptáculos de su odio e ira, lejos de quienes verdaderamente mueven sus hilos tras bambalinas.
Lo mismo podemos entender la furia anticristiana «laicista» de quienes gozan de su posición hegemónica global tras arrebatársela a la iglesia católica, el primer ente político supra-estatal, tanto en el ámbito mediático, de control del pensamiento y opinión de las masas, como en el ámbito de influencia sobre los gobernantes de los estados.
La expresidente Argentina Cristina Fernandez de Kirchner, lo dijo muy claramente en una audición radial: «Qué poder tiene un presidente cuando desde una maquinita, aprietan un botoncito y te hacen un desastre, te generan una corrida bancaria o lo que fuere. Un presidente no tiene tanto poder como el que se cree».
Sobre esta base se evidencia por qué el Partido Republicano Pre-Trump en Estados Unidos, Macri en Argentina, el Partido Popular en España o el Partido Nacional en Uruguay, por dar algunos ejemplos, todos «le hacen el juego a la izquierda» y son celebrados por ello desde las páginas y pantallas de la hegemonía mediática global. No lo hacen «para quedar bien», no lo hacen «para juntar votos», lo hacen porque es lo que están para hacer, y es la función que cumplen en el sistema, ser el arquetipo de los perdedores.